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LA ÉPOCA NAPOLEÓNICA (1799-1815)
Desde 1794 los ejércitos franceses estuvieron en campaña casi constantemente. La revolución acabará en manos de los militares. Napoleón Bonaparte, joven y prestigioso oficial del ejército francés, encabeza un golpe de estado el 18 de Brumario (9 de noviembre) de 1799 que arrebata el poder a los cinco políticos del Directorio: éstos apenas eran capaces de mantener el orden frente a la oposición de los Borbones (realistas) y los jacobinos en el interior, y las coaliciones extranjeras en el exterior. El poder queda en manos de tres cónsules y Napoleón es el Primer Cónsul. La nueva Constitución de 1800 aunque reconoce el sufragio universal indirecto, no incluye ni declaración de derechos ni división de poderes (“la autoridad viene de arriba y la confianza de abajo”). Después de anexionar a Francia el Piamonte, vencer a Austria y firmar la breve Paz de Amiens con Gran Bretaña, es designado cónsul vitalicio en 1802, un plebiscito le reconoce el título de emperador en 1804 –con la presencia del papa Pío VII en la coronación- y se aprueba una nueva constitución. Desaparecen las libertades públicas y las competencias de las asambleas del antiguo poder legislativo. Napoleón gobernará de manera despótica dictando decretos-ley.
El bonapartismo es el nombre con el que se designa su régimen político y, por extensión, los similares que aparecerán en épocas posteriores: una dictadura basada en el poder militar que surge del proceso revolucionario y pretende evitar tanto el retorno a la monarquía como a los excesos radicales de los jacobinos. Aunque recupera muchas formas del pasado (Antiguo Régimen) y gobierna de manera autoritaria, mantiene muchas de las conquistas y avances conseguidos durante la revolución como la igualdad civil. Detrás de Napoleón están los intereses de la burguesía financiera y de negocios, los beneficiarios de la revolución que fortalecen su dominio y que ahora pretenden orden, seguridad y garantías de expansión económica recurriendo al ejército y a la guerra exterior.
El gobierno de Francia
Ya durante el consulado se aprecia el intento de Napoleón de organizar un aparato jurídico y administrativo con el objetivo de consolidar las reformas más moderadas de la época revolucionaria, reafirmar la nación francesa y forjar un Estado fuerte y centralizado: para ello procedió a reformar la Administración para a hacerla más racional y eficaz, se creó un sistema educativo nacional, se promulgó en 1804 un Código Civil -que en parte es una vuelta al Antiguo Régimen cuando el rey era fuente de derecho y en parte es la base del derecho europeo del siglo XIX- que significa la igualdad de todos ante la ley y el derecho a la propiedad, así como otras codificaciones legales (Código Penal, Código Comercial, procedimiento civil, procedimiento criminal…) Antes, ya había resuelto el problema con los católicos a través del Concordato con la Santa Sede de 1801, que hacía concesiones a la Iglesia pero incluía avances como la extinción del diezmo . Posteriormente se reguló el divorcio, el matrimonio civil y la libertad religiosa. La Iglesia quedó luego sometida al poder imperial.
Aunque se proclama la libertad de prensa, la censura la limita de manera creciente; la reforma que pretende la igualdad fiscal no oculta la preeminencia de la Iglesia, la vieja nobleza, una nueva nobleza imperial y, por supuesto, la alta burguesía. La soberanía nacional teórica no encubre la práctica autoritaria y la limitación de libertades, el predominio de la designación sobre la elección, la concentración y centralización del poder y la actuación de la policía secreta. La supresión del régimen feudal es quizá el símbolo de que, pese a las contradicciones, se mantuvieron importantes conquistas de la revolución.
La actividad industrial y comercial francesa experimentó un gran auge, abasteciendo el mercado nacional y el de los países ocupados al mismo tiempo que se introducían las innovaciones técnicas procedentes de Inglaterra. No obstante, desde 1811 el bloqueo y las guerras de independencia ocasionaron graves problemas económicos
La Europa napoleónica
La política exterior de Napoleón presenta una triple dirección: la rivalidad con Inglaterra como potencia marítima y enemigo tradicional; el deseo de entendimiento con Rusia -para repartirse la hegemonía continental en Europa y no sostener guerras en dos frentes, marítimo y continental-; y las aproximación a Austria, que simboliza la historia y la posibilidad de legitimar su título con un matrimonio con una princesa europea. Con Inglaterra se enfrenta en su lucha por la hegemonía y con el resto de potencias europeas absolutistas por el empeño en crear un Imperio europeo en torno a una Francia percibida como exportadora de cambios revolucionarios. Ciertamente, en los territorios que ocupó se abolió el régimen señorial, se decretó la tolerancia religiosa, la venta de bienes eclesiásticos y la supresión del diezmo, se abolieron gremios y aduanas interiores y se impusieron códigos similares a los de Francia
Su proyecto pretendía la creación de una economía europea integrada en torno a Francia, un sistema continental basado en la conquista y la ocupación de territorios –anexionados o convertidos en estados vasallos con gobiernos “satélites”-, países dependientes y aliados. Su “sistema continental” en torno a Francia instauró dinastías familiares en Nápoles, España, Westfalia y Holanda; estados protegidos y aliados reorganizados tras sus conquistas como la Confederación Helvética, Confederación del Rhin y ducado de Varsovia; controló el norte de Italia (Piamonte, Toscana…) y de Alemania; impuso su superioridad militar a Austria, Prusia y Rusia. El imperio llegó a la cumbre de su poder en 1810. A partir de 1812 comenzará su ruina.
Entre 1804 y 1806 una nueva coalición europea –ambición rusa en Europa, deseo inglés de controlar las rutas oceánicas, aspiraciones de Austria en Alemania e Italia- llevó de nuevo a la guerra. . La derrota de Francia y España –aliada entonces de Francia – ante la escuadra inglesa en Trafalgar (1805) deja clara la supremacía marítima a Gran Bretaña pero se compensa con las victorias continentales sobre Austria - Ulm y Austerlitz ,1805-, sobre Prusia –Jena, 1806- y Rusia – Friedland, 1807- que lleva al Tratado de Tilsit, entre Napoleón y Alejandro, primera cumbre del poderío napoleónico.
Contra Inglaterra, Francia desató la “guerra del corso” –atacando a la flota mercante- y desde 1806 el bloqueo continental. El bloqueo económico pretendía excluir a Gran Bretaña del comercio europeo: organizando la economía al servicio de Francia. Perturbó la economía británica pero más aún la francesa: el propio gobierno francés acabó permitiendo en 1812 el comercio de trigo y vinos para evitar la ruina de sus campesinos.
En 1808 interviene en España para conquistar Portugal y cerrar el “bloqueo continental” contra Inglaterra. Forzó las abdicaciones de Carlos IV y Fernando VII en Bayona y entregó la corona de España a su hermano José I. Pero encuentra una gran resistencia popular y más problemas de los previstos, con una Inglaterra apoyando a Portugal; mientras en Alemania comienzan las hostilidades y Austria intenta aprovechar la ocasión
Napoleón (Abel Gance, 1927) |
Su proyecto imperial había fracasado, pero sus conquistas habían contribuido a difundir ciertas reformas que junto al despertar del nacionalismo y del liberalismo en muchos países contribuirían a dar un paso más en la quiebra del Antiguo Régimen. Tras 1814, se enfrentarán dos posturas la de los que defienden la persistencia del absolutismo y de la sociedad estamental y los partidarios de un nuevo orden liberal.
Debate Napoleón
18-10-2010
Dedicamos nuestra sección de Historia a ahondar en uno de los personajes más relevantes de todos los tiempos: Napoleón Bonaparte. Considerado por muchos como uno de los mayores genios militares de la Historia... en cambio, para otros no deja de ser un dictador tiránico cuyas guerras causaron la muerte de millones de personas. Lo que sí es evidente es que su figura marcó el inicio del siglo XIX y la posterior evolución de la Europa contemporánea. Para debatir sobre la figura de Napoleón contamos con Lluís Roura, Catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Barcelona; Manuel Moreno, Profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla; y Genís Barnosell, Profesor de Historia Contemporánea de la Universitat de Girona. Los tres han escrito ensayos y han profundizado extensamente en la vida y muerte de Napoleón Bonaparte.