El pasado del tiempo

El pasado del tiempo es un blog creado para servir de apoyo a las clases de Historia con el objetivo de facilitar a los estudiantes referencias sobre recursos digitales disponibles en Internet y relacionar los contenidos de estas materias con la situación actual mediante referencias a noticias, novedades y todo tipo de documentos que propicien la comprensión del pasado y del presente, la reflexión sobre otros tiempos y lugares.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Sintesis de España en el siglo XIX. Economía y sociedad

Madrid a finales del XIX
En la España del siglo XIX al mismo tiempo que se creaba un Estado liberal se consolidaba una sociedad de clases (basada en la propiedad y en la riqueza), se desarrollaba un proceso de industrialización y se implantaba una economía basada en el capitalismo.

El crecimiento demográfico
            España pasa en el siglo XIX  de 11,5 a 18,6 millones de habitantes. Crece pues considerablemente (60%) pero menos que otros países europeos debido a que la mortalidad se mantuvo algo más elevada. Hubo importantes epidemias de cólera (por ejemplo, la de 1885). El crecimiento fue desigual: Madrid y la periferia crecieron más que el resto.

Los movimientos migratorios y el crecimiento de las ciudades
            Los campesinos emigran a las ciudades, primero a las más próximas y, desde 1860 hacia las zonas más industrializadas peninsulares (Madrid, Cataluña y Vizcaya). A finales de siglo la emigración será a América, desde Canarias, Galicia y la cornisa cantábrica.
            Las ciudades que más crecieron entre 1850 y 1900 fueron Madrid, Barcelona, Bilbao, Sevilla, Málaga y Zaragoza. Cambiaron de fisonomía; se construyeron ensanches, traída de aguas, plazas y parques, estaciones de ferrocarril, alumbrado de gas, edificios oficiales, vías,   paseos y teatros  No obstante, a principios del siglo XX, la mayoría de la población continuaba  aún viviendo en el campo.



Las transformaciones y los problemas  en la agricultura
            Pese a la industrialización de algunas zonas muy localizadas, España siguió siendo un  país fundamentalmente agrario durante el siglo XIX. La reforma agraria liberal consistió en  introducir formas de producción capitalistas, convertir la tierra en una mercancía y  consolidar la propiedad privada de la tierra. Para ello los liberales adoptaron tres medidas esenciales: la abolición del régimen señorial, la desvinculación de mayorazgos y la desamortización (en 1837 de bienes eclesiásticos –Mendizábal- y desde 1855 de bienes municipales- Madoz-). Muchas tierras pasaron a ser propiedad de burgueses que las cultivaron para obtener beneficios, aumentando la producción agraria.




La propiedad estaba muy mal repartida y masas de campesinos (en Extremadura, Castilla y Andalucía) trabajaban  recibiendo bajos salarios en los  grandes latifundios de propietarios absentistas, permanecían desempleados en la miseria buscando un jornal   o decidían  emigrar. En el norte predomina el minifundio y una agricultura de autoconsumo. En estas circunstancias, la agricultura no se modernizó, los rendimientos eran muy bajos, y el escaso  poder adquisitivo de la mayor parte de la población impidió el aumento de la demanda y el crecimiento de mercado para favorecer el desarrollo industrial.


            El cereal fue el producto mayoritario de producción pero a un alto precio que obligó a los gobiernos a recurrir al  proteccionismo. Otros cultivos eran el maíz y la patata, en el norte. El olivo en Andalucía,  el arroz y cítricos en el Mediterráneo y la vid en Cataluña y La Rioja fueron productos que tuvieron más éxito en la exportación.

Los inicios de la industrialización española en el siglo XIX
            La industrialización española se produjo con retraso, fue más lenta  que en otros países de Europa occidental y muy desigual en el espacio (Madrid, Cataluña y a la zona cantábrica, Asturias y País Vasco).
Las  industrias más modernas y mecanizadas fueron las textiles catalanas, entre 1830 y 1860, aunque dependían del carbón asturiano o galés y por  su productividad, costes y precios no se podían comparar con las inglesas, por lo que hubo que recurrir al proteccionismo: la producción se destinaba al mercado nacional y a las colonias (Puerto Rico y Cuba).        
 De este modo nuestras industrias fueron poco competitivas, con altos costes de producción, escasa demanda  y difícil  renovación tecnológica.
            Los yacimientos de minerales como el  plomo, cobre, zinc o mercurio se vendieron por el Estado a compañías extranjeras para paliar la Deuda Pública.. El hierro vizcaíno se exportaba a Inglaterra. Los beneficios de la exportación de hierro posibilitaron las industrias siderúrgicas primero y, a finales de siglo, la aparición  de otras de construcción, navales y metálicas Así surgió también un importante sector bancario para financiar las industrias (Banco de Bilbao, Banco de Vizcaya…)


            Desde 1855 hasta comienzos del siglo XX se construyen también las principales líneas ferroviarias siguiendo una estructura radial, con centro en Madrid, subvencionadas por el Estado y con capitales, máquinas y tecnología extranjera (entre 1855 y 1874 se construyeron 6000  kilómetros  de vías ferroviarias). El mayor ancho de la vía dificultó la conexión con las líneas europeas. Al principio no fueron muy rentables por el atraso económico español pero a la larga tuvo efectos beneficiosos potenciando el traslado de viajeros, mercancías e ideas.



A finales del siglo XIX y comienzos del XX tuvo lugar una segunda revolución industrial asociada a nuevas formas de energías como el petróleo y la electricidad. El petróleo permitía una alternativa al carbón y la electricidad primero se aplicó a la iluminación y luego a las industrias. Surgieron nuevas industrias como las del automóvil, las químicas o metalúrgicas.
            Pero a principios de siglo España seguía siendo un país predominantemente agrario con grandes desequilibrios territoriales y tres zonas industrializadas (Madrid, País Vasco y Cataluña) con una riqueza muy superior a las restantes zonas del país.

La sociedad española del XIX
El precio de una madre de Marceliano Santamaría. Las amas de cría eran llevadas eran llevadas del campo a la ciudad para amamantar a los niños recien nacidos de las familias adineradas. El abandono de sus propiso hijos queda registado en este cuadro de manera realista y dramática
La tejedora de Buenaventura Planella (1882)
           La revolución liberal y la industrialización ponen fin al Antiguo Régimen e instalan en España, como en el resto de Europa Occidental, la sociedad de clases y el capitalismo. En España la burguesía fue escasa y poco emprendedora y la nobleza terrateniente mantuvo un papel social relevante, aunque lentamente ambos grupos se fusionaron creando las clases ricas, propietarias y poderosas que controlarán el poder político. La Iglesia mantuvo su poder influyente a través de la educación y las costumbres. Se mantuvo un elevado número de campesinos sin tierra –jornaleros- que vivían en condiciones miserables lo que fue un lastre y motivo de conflictos sociales hasta el siglo XX. El poder de las clases altas venía determinado por los negocios de la época (bancos, comercios, industrias, ferrocarriles, inversión en Bolsa, negocios en Cuba) y por la posesión de tierras (muchos burgueses compraron tierras desamortizadas).
Las clases altas (10%)  incluyen a  la alta burguesía financiera, industrial, comercial y agraria, los nobles terratenientes, políticos de extracción universitaria, altos funcionarios, jefes y oficiales del ejército y  altos cargos de la jerarquía eclesiástica.





            Las clases medias (20%) eran muy heterogéneas y escasas numéricamente, e incluían a la burguesía media y baja (comerciantes, pequeños empresarios, funcionarios, profesiones liberales, clases del ejército, artesanos, empleados…)
          
  Las clases populares (70 %) eran las más abundantes con un gran contraste entre el campo y la ciudad. Eran obreros industriales, mineros, empleados de ferrocarril, criados y especialmente campesinos, la mayor parte sin tierra, jornaleros que vivían en  precarias condiciones de vida, esta sociedad tan desigual generó revueltas urbanas y rurales (para combatir estas se creó la Guardia Civil) al tiempo que se iniciaban los movimientos obreros.
             La población activa dedicada al sector agrícola es claramente mayoritaria (63%) frente a la del sector terciario (25%) y secundario (12%). La estratificación social de la población activa, presenta un carácter casi preindustrial, que no cambiará demasiado hasta finales de siglo.
Los movimientos obreros
            Las primeras protestas y asociaciones obreras surgieron en Cataluña. La primera huelga general tuvo lugar en 1855. Desde 1868 (durante el sexenio) penetran las ideas internacionalistas. En España predominará el anarquismo (entre los obreros catalanes y el  numeroso campesinado andaluz). Fueron perseguidos e ilegalizados y desde la clandestinidad recurrieron a las insurrecciones y el terrorismo. En el siglo XX optarán por el sindicalismo creando en 1910 la CNT, la mayor central sindical hasta la Guerra civil
El marxismo se implantó más en Madrid, País Vasco y Asturias. En 1879 se fundó el PSOE y en 1888 la UGT. El PSOE participó en las elecciones  para defender los derechos de los trabajadores pero sin renunciar a sus objetivos revolucionarios. Pese al sufragio universal implantado en 1890 no logró su primer diputado en 1910