"En el
siglo XIX se descubre que la libertad sin igualdad es un engaño"
Catedrático emérito de Historia Económica de la Universidad
de Barcelona y discípulo de Jaume Vicens Vives, Jordi Nadal (Cassà de la Selva,
Girona, 1929) es autor de la obra de referencia El fracaso de la revolución
industrial en España (1814-1913) y ha dirigido un imprescindible Atlas de la
industrialización de España, 1750-2000 (Crítica / Fundación BBV).
Pregunta. Revolución liberal, industrialización, capitalismo, socialismo, positivismo, imperialismo... ¿Cómo empezamos a orientarnos entre tantos cambios decisivos que aportó el siglo XIX?
Respuesta. Lo mejor sería hacer un recordatorio de lo que
desaparece con la imposición de estos nuevos conceptos, que son, algunas veces,
contradictorios. La revolución liberal elimina una parte considerable de los
obstáculos que hasta la Revolución Francesa habían frenado la marcha de la
humanidad hacia el progreso, dicho sea de una manera un poco grosera. Lo
interesante es que esta revolución la hacen los burgueses. Es decir, pasamos de
una sociedad dominada por un estamento privilegiado, la aristocracia, a una
sociedad dominada por la burguesía, hecha a sí misma. La burguesía es la gran
protagonista del siglo XIX, una burguesía generalmente dinámica, que impulsa el
capitalismo y, por este conducto, la industrialización. El socialismo aparece en
contraposición a un capitalismo que se ha hecho tan liberal, tan desenfrenado,
que ha vuelto a instaurar una sociedad poco igualitaria. De todos modos, el
privilegio del dinero no es tan separador ni tan inalcanzable como el de la
sangre.
P. Es el siglo en que aparece la conciencia de clase.
R. La clase obrera tiene unas condiciones de vida muy
precarias que escritores como Dickens retratan muy bien. Los obradores
domésticos y los talleres-vivienda han dejado lugar a la fábrica mecanizada,
que acaba siendo sinónimo de desposesión y concentración. Una casta de
intermediarios se interpone entre el patrón y sus obreros. El distanciamiento
se agranda aún más por la separación de los hogares respectivos. La separación
física acentúa la pérdida de control sobre los medios de producción por parte
de los antiguos artesanos. Las tensiones se agudizan. En compensación, la
disponibilidad de un hogar propio, separado, representa un gran paso hacia la
toma de conciencia, la independencia personal y el estatus menos servil de la
clase obrera. Así nace un movimiento obrero que lucha contra las pésimas
condiciones de vida y se reivindica frente a los abusos de la clase burguesa.
P. Es el siglo de la velocidad.
R. El ferrocarril, el barco de vapor y el telégrafo son fundamentales.
En el XIX cambia todo. El siglo descubre la importancia de la puntualidad y los
horarios, tanto en las fábricas como en los trenes. Se puede decir que los
trenes obligan a llevar reloj, a poner relojes en las estaciones. En el XIX el
control del tiempo se convierte en el regulador de la vida humana.
P. Es la era de la confianza en la ciencia y su explotación industrial.
R. Los avances de la ciencia y su aplicación práctica han
sido y siguen siendo formidables. En el XIX sólo algún visionario, como Jules
Verne, ha sabido anticipar algo de lo que la ciencia nos depararía. En términos
materiales, el mundo civilizado ha corrido mucho más de lo previsto. En esta
carrera, los valores humanos se han quedado muy atrás.
P. ¿Es el siglo de la libertad?
R. La Revolución Francesa pregona el triple ideal de
igualdad, libertad y fraternidad, pero ya en el siglo XIX se descubre que la
libertad sin la igualdad es una quimera, un engaño. Lo sucedido con el derecho
de voto es paradigmático. La obtención del sufragio universal, que sustituye al
voto censitario, ha costado sangre, sudor y lágrimas. Y una vez obtenido se ha
visto que tampoco garantiza la verdadera igualdad: las clases bajas siempre
votarán más condicionadas que las altas.
P. El siglo XIX ha sido también el siglo del imperialismo o del nuevo colonialismo. ¿Con qué consecuencias?
R. Después de abolir la esclavitud, un paso indudablemente
positivo, las potencias industriales se han lanzado, en las últimas décadas del
siglo XIX, a la conquista de territorios en busca de materias primas y de
mercados para sus excedentes. Los resultados han sido, como de costumbre,
óptimos para los colonizadores y catastróficos para los colonizados. Del mismo
modo que América Latina sigue pagando el precio de la acción depredadora y desestructuradora
de la conquista hispano-portuguesa, las antiguas colonias africanas necesitarán
mucho tiempo para superar los desastres causados por el colonialismo europeo,
más reciente y menos duradero.
Socialismo en
Alemania y laborismo en el Reino Unido
Durante la revolución industrial,
los trabajadores se organizaron en sindicatos y partidos. Las disensiones en el
seno de la Primera Internacional desembocaron en su disolución formal en 1876.
Desde entonces, la revolución socialista sólo era posible a partir de los
partidos socialistas nacionales. El primero en constituirse había sido el
alemán, fundado por Lasalle el 28 de septiembre de 1863, que se vio obligado a
integrarse en un Estado fuertemente estructurado y, aunque sin renunciar a la
ortodoxia marxista, tuvo que aceptar el sufragio universal y las libertades
constitucionales. Existía otro grupo en Eisenach, que dirigían Liebknecht y
Bebel.
En 1871, ambos grupos
consiguieron tres y seis escaños, respectivamente, y se unificaron. El nuevo
Partido Obrero Socialista de Alemania consiguió 493.000 votos y 12 diputados en
1877.
En el Reino Unido, el movimiento obrero se desarrolló a
través de un sindicalismo apolítico, al margen del socialismo. Las Trade Unions,
formadas mayoritariamente por trabajadores especializados, aceptaron la libre
empresa, buscando la negociación antes que el conflicto. En las últimas décadas
del siglo XIX los obreros estuvieron próximos a los liberales, partido en el
que tenían algunos diputados. La crisis industrial de 1887 produjo un
renacimiento del socialismo británico. Los trabajadores no especializados se
sumaron a los sindicatos. Un momento clave fue la huelga portuaria de Londres
en 1889, dirigida por los socialistas y que acabó en un gran triunfo. Se fundaron
diversos grupos de carácter socialista hasta que en 1900 se constituyó el
embrión de lo que en 1903 sería el Partido Laborista, que desplazaría a los
liberales