El pasado del tiempo

El pasado del tiempo es un blog creado para servir de apoyo a las clases de Historia con el objetivo de facilitar a los estudiantes referencias sobre recursos digitales disponibles en Internet y relacionar los contenidos de estas materias con la situación actual mediante referencias a noticias, novedades y todo tipo de documentos que propicien la comprensión del pasado y del presente, la reflexión sobre otros tiempos y lugares.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Del XIX al XX. La Paz Armada


A finales del siglo XIX, ell capital europeo invertía en todo el mundo y ponía en explotación minas, plantaciones, ferrocarriles, barcos y telégrafos; los descubrimientos de oro en California y Australia multiplicaron los medios de pago. El mundo entero  estaba determinado`por el capitalismo financiero y los conflictos derivados del imperialismo y el nacionalismo. Entre 1870 y 1914 el capitalismo se convirtió en su sistema mundial y los países industrializados se repartieron el mundo.

La vida política y los movimientos sociales

En Europa occidental se consolida el modelo estado-nación  entendido como un organismo político jurídico con poder sobre un grupo social homogéneo. En las relaciones entre el poder y los ciudadanos asistimos a un proceso de democratización dentro del estado liberal. Pero, sobre todo en Europa  Oriental, sobreviven  formas imperiales autoritarias y caducas (el Imperio austro-húngaro, el ruso, el turco).
El Estado que nació de las revoluciones liberales excluyó a la inmensa mayoría de la población y fue controlado por una oligarquía burguesa y aristocrática que se conformó con el proyecto de un marco constitucional que posibilitase la participación de las clases burguesas y los derechos de los ciudadanos, bien mediante el sufragio censitario o universal, pero siempre masculino y limitado. Ya sabemos que en este contexto de desigualdades socioeconómicas y explotación creció el movimiento obrero revolucionario (en sus diferentes formas marxistas y anarquistas) anticapitalista y antiliberal.
Los liberales partidarios de la igualdad formal  y del orden social burgués y jerárquico formarán partidos conservadores. Burgueses y antiguas oligarquías para seguir manteniendo el poder  recurrieron a cámaras altas, disminución del poder de las asambleas legislativas elegidas y clientelismo, caciquismo y manipulación en los distritos electorales rurales.             
            A su izquierda, partidos demócratas o radicales pretenden una mayor democratización del estado, con reformas sociales y la articulación de una sociedad civil, un estado laico, y un cierto intervencionismo estatal sin menoscabar la defensa de la propiedad privada. Desde 1860 a 1900 se adoptarán progresivas reformas para ampliar el sufragio: en 1870 existía un sufragio universal masculino, al menos en teoría, en Francia, Alemania, Suiza y Dinamarca. En España en 1890, en Austria en 1907, en  Italia en 1913. Fuera de Europa, se aprobará en  Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda. El voto femenino que exigen las sufragistas tuvo lugar antes en Nueva Zelanda, Wyoming y sur de Australia. En Europa a principios de siglo en  Finlandia, Noruega y  Gran Bretaña entre 1905 y 1917. En España en 1931,  en Francia en 1946.
Cada vez más, los partidos de notables –élites- dan paso a partidos de masas basados en el apoyo popular una  organización  estable y el aumento de afiliados. Se persigue identificar a las masas con el estado y los gobernantes recurren si es necesario a la adhesión emocional, a ritos y símbolos para ganar la batalla de la opinión pública mediante el patriotismo nacionalista. Se trata de integrar a las masas, pensando, a veces, en evitar la rebelión social que propugnan los grupos marxistas y anarquistas. Como ya sabemos, en la II Internacional (desde 1889) encontramos tendencias enfrentadas dentro del marxismo: los  socialistas revolucionarios (que consideran la imposibilidad de liberar al proletariado a través de reformas y compromisos con la burguesía)  y los socialistas reformistas (revisionistas como Berstein y Jaurés, que creen en la posibilidad de lograr el socialismo por la vía gradual reformista y pacífica participando en los sistemas parlamentarios). Una parte del socialismo  marxista se estaba integrando en el sistema político y económico capitalista y conseguía más cosas que con  la vía revolucionaria, al menos hasta 1917 cuando triunfa la revolución soviética. Los anarquistas optaron por el sindicalismo revolucionario apolítico
Desde comienzos del siglo XX  en muchos países, el miedo a la revolución y la necesidad de afrontar la cuestión social favoreció la generalizaron las reformas sociales (jubilaciones, pensiones, descanso semanal, seguros de enfermedad y desempleo, reformas fiscales…) con políticas que potenciaban el estado intervencionista. La presión de los partidos y organizaciones de  izquierda lograba la conquista de derechos laborales y sociales aunque las resistencias de las antiguas oligarquías llevarán a los enfrentamientos del período de entreguerras.

Los nacionalismos del XIX al XX


Los nacionalismos persisten con fuerza a finales del XIX y comienzos del siglo XX. Algunos hablan de estos nacionalismos como si fueran dioses de la modernidad o religiones laicas. Existen nacionalismos contra un Estado  considerado opresor: galeses e irlandeses en Gran Bretaña, vascos y catalanes en España o los pueblos  de Europa central u oriental (polacos) y las múltiples nacionalidades sometidas o enfrentadas en los Balcanes, en la denominada “Cuestión de Oriente”. También existe un nacionalismo de los Estados ya consolidados o tradicionales (Gran Bretaña, Francia, España…), impulsado  desde los cuarteles por los militares o desde las aulas por las instituciones; y un nacionalismo de los estados más recientes, muchas veces expansionista como en el caso del Imperio alemán, Italia, Bélgica, Grecia, Serbia y Rumania. Importante fue el caso del sionismo que reivindicaba una patria judía en Palestina frente al antisemitismo creciente en toda Europa que se refleja en el caso Dreyfuss, el capitán de artillería acusado de espionaje y condenado con pruebas falsas en Francia en 1894. Veremos que todo esto tendrá importantes repercusiones posteriores.  
Los nacionalismos (basados en criterios étnico-lingüísticos) se multiplicaron a finales del siglo XIX y se adivina un nuevo conflicto entre los derechos de los individuos y derechos de los pueblos que habría de viajar hasta el presente. La exaltación nacionalista llevó al imperialismo racista, a la expansión militar y a  rivalidades territoriales y económicas. Este patriotismo nacionalista exacerbado será un de las causas de la Gran Guerra

Las relaciones internacionales: de la Europa de Bismarck a la Paz Armada

A partir de 1871, tras la derrota francesa en la guerra con Prusia y la proclamación del Imperio alemán,  Bismarck se convierte en el árbitro de Europa y las relaciones internacionales siguen sus directrices. Hasta 1890 se resolvieron los conflictos mediante habilísimas maniobras diplomáticas concebidas en Berlín. En cambio, en los primeros años del s. XX, las tensiones estallan y se suceden los hitos que conducen a la guerra de 1914.
Se mantiene el predominio de las grandes potencias: Gran Bretaña, potencia hegemónica en el mar, retiene el control de las vías oceánicas; Rusia procura ampliar su salida hacia el mar Negro y los estrechos (objetivo que explica su comparecencia en la cuestión balcánica); Austria-Hungría (convertida en imperio dual desde 1867) que, debido a la unidad alemana, entiende que su única dirección de engrandecimiento es hacia el sur, o sea, hacia la península balcánica; Francia, humillada en la guerra contra Prusia, se afana en no perder su estatuto de gran potencia y se orientará hacia la expansión colonial; y Alemania, que goza del prestigio de su victoria ante los franceses (1871) y aparece como gran potencia económica y territorial, que controla los ejes del continente.
Después de las unificaciones de Alemania e Italia, el mapa político de Europa se ha simplificado. Predomina el deseo de equilibrio y de mantenimiento de la situación territorial del continente europeo que se refleja en los sistemas de alianzas bismarckianos. Para mantener el estatuto territorial, o para conquistar posiciones coloniales fuera de Europa, las grandes potencias se afanan en incrementar su fuerza militar: la carrera de armamentos se acelera y adquiere importancia el espionaje militar (desde 1890 hasta 1914  se habla de la “Paz Armada”).
Sin embargo, existe un foco de perturbación en los Balcanes, donde las apetencias expansivas de Rusia y de Austria-Hungría se contraponen a los movimientos nacionalistas de los pueblos eslavos. La contraposición entre los imperialismos y las tendencias nacionalistas de los “pequeños países”, como checos o croatas, ocuparía un lugar significativo en el desarrollo de la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias inmediatas.
Una vez conseguida la unidad de Alemania (II Reich) ésta se convierte en mantenedora del orden político y territorial del continente, y sus esfuerzos se orientan a evitar cualquier cambio en Europa que pudiera afectar a la posición ventajosa del joven imperio. El primer objetivo de Bismarck será el aislamiento de Francia, impedir su alianza con otras potencias y vigilar su recuperación militar para obstaculizar cualquier actitud revanchista. Con esta idea empezó su primera combinación de alianzas llamada la “Liga de los Tres Emperadores” (1873-1887), establecida entre Alemania, Austria y Rusia (aunque  la alianza entre Austria y Alemania no era fácil puesto que la unificación alemana se había conseguido a expensas de una guerra con Austria). Sin embargo, los austríacos, comprendiendo que debía aceptar la existencia de Alemania, aceptan la alianza en parte para mantener la armonía con Rusia y, sobre todo, por el convencimiento de que la República de Francia era un peligro europeo. La “Liga de los Tres Emperadores” establecía que cada uno acudiría con 200.000 soldados a ayudar a cualquiera de los otros dos en caso de ser atacados.
Pero las ambiciones de Austria y Rusia en los Balcanes eran irreconciliables. Rusia buscaba tener una  salida al Mediterráneo, y Austria construir una línea férrea hasta Bagdad que permitiría su expansión hacia el Oriente. Bismarck temía más a Rusia y favoreció en cada conflicto de los Balcanes los intereses de Austria, hasta el punto de que, en 1885, Rusia se retiró de la combinación de alianzas, disolviéndose entonces la Liga de los Tres Emperadores. Pero todavía Bismarck logró mantener una sombra de cooperación entre Alemania y Rusia hasta 1890. Ya no se trataba ahora de ayuda militar, sino de permanecer neutral (neutralidad rusa en caso de que Francia ataque a Alemania, neutralidad alemana si Austria ataca a Rusia) y apoyo alemán a Rusia en Bulgaria. Pero Rusia acabó aproximándose a Francia.
Otra cadena de alianzas que preparó Bismarck fue con Italia, Serbia y Rumania. Estos pactos cerraban toda la Europa central, aislando a Francia por el oeste y limitando la política de Rusia por el este. Así pues, se constituyó un primer bloque militar que velaban por el mantenimiento de la “Paz Armada”.
El aislamiento estratégico de Francia y Rusia colocaba a ambos países en situación favorable para la concertación de una alianza frente a Alemania. Aunque la diferencia de régimen político era un obstáculo para un acercamiento, el flujo financiero entre ambos constituía un argumento a favor. El capital francés era atraído por las inversiones en Rusia, consideradas más seguras y más remuneradoras que las realizadas en Francia. Entre 1891 y 1893 en consolidó una verdadera alianza entre Rusia y Francia, prometiéndose mutua ayuda en caso de agresión alemana o de apoyo alemán a un agresor contra uno u otro de los firmantes Así quedó cimentada la alianza franco-rusa.
Mientras tanto, Inglaterra permanecía a la expectativa, manteniéndose en lo que llamaba su “espléndido aislamiento. El gobierno británico se atenía a su norma habitual de no comprometerse al criterio de que sus intereses a nivel mundial no debían ser sacrificados a favor de los asuntos continentales. Sin embargo, la nueva política colonial iniciada por Alemania  a partir de 1890, tras la caída de Bismarck, la “Weltpolitik”, con fuerte expansión de sus intereses económicos mundiales, creó un fuerte antagonismo con Gran Bretaña. Francia se acercó a Gran Bretaña: la “Entente cordial”, redactada en 1904, no hacía más que liquidar antiguas disputas coloniales y reconoce a los ingleses libertad total de acción en Egipto  y a los franceses en Marruecos. Inglaterra solucionó sus problemas coloniales con Rusia en Asia: (Tibet, Afganistán y Persia) y ésta se incorporó a a la alianza formándose  la Triple Entente (1907) como bloque antagónico de la Triple Alianza. Ambos se enfrentarían en la Primera guerra mundial, disminuida la Triple Alianza desde 1902, al firmar Italia un acuerdo con Francia  que reconocía implícitamente a su carácter de gran potencia mediterránea. Este acuerdo tuvo su prolongación en Europa: el capital francés participó en la estabilización y la conversión de la deuda pública italiana y se firmó una convención secreta que garantizaba la neutralidad italiana en un conflicto en el que Francia fuera atacada por uno o varios estados, e incluso si Francia atacaba a Alemania en respuesta a una provocación. Este éxito diplomático francés debilitó la cohesión del sistema estratégico alemán.
Las rivalidades territoriales, económicas, coloniales, político-estratégicas  y las crisis balcánicas acabarán con el optimismo de la Belle Époque y conducirán al desastre de la gran Guerra