El pasado del tiempo

El pasado del tiempo es un blog creado para servir de apoyo a las clases de Historia con el objetivo de facilitar a los estudiantes referencias sobre recursos digitales disponibles en Internet y relacionar los contenidos de estas materias con la situación actual mediante referencias a noticias, novedades y todo tipo de documentos que propicien la comprensión del pasado y del presente, la reflexión sobre otros tiempos y lugares.

domingo, 19 de diciembre de 2010

El legado del siglo XX

Un siglo cargado de acontecimientos extremos y de fenómenos excepcionales como el siglo XX ofrece una herencia compleja a la centuria que comienza. Algunos de los factores económicos, sociales, políticos y culturales y científicos que lo han caracterizado, su desigual manifestación en las distintas áreas del mundo, los personajes que han simbolizado hazañas y tragedias en este periodo, son valorados en esta página. El contraste entre el legado de factores positivos y negativos, señalados aquí por dos especialistas, constituye un crucial desafío para el siglo XXI.



La época de la burguesía se caracteriza y distingue de todas las demás por el constante y agitado desplazamiento de la producción, por la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociales, por una inquietud y una dinámica incesantes".Esta frase del Manifiesto Comunista, escrita a mediados del XIX, se aplica perfectamente al siglo XX. La historia de este siglo ha exhibido "una inquietud y una dinámica incesantes"; ha dado lugar a una sucesión de contrastes y altibajos realmente inaudita. Se ha dicho que ha sido la era de los extremos; ha sido también el siglo de la ciencia, de la exploración espacial y del desarrollo económico; pero también ha sido el siglo de las guerras mundiales, de las dictaduras totalitarias, de la bomba atómica y de los cohetes intercontinentales, de la gran depresión y el paro masivo, de los grandes contrastes de pobreza y riqueza. Genios y monstruos lo caracterizan, personajes de dimensiones extraordinarias en lo bueno y en lo malo: físicos, biólogos o economistas como Einstein, Curie, Barnard, Fleming, Watson, Crick, Keynes o Friedman frente a Hitler, Stalin, Pol Pot, Mao Zedong, Idi Amin, Sadam Husein, y un largo etcétera; aunque frente a los monstruos políticos ha habido, asimismo, héroes como Churchill, De Gaulle, Zapata o Gandhi. También ha sido la era del gran crecimiento demográfico, ya que la población del planeta casi se ha cuadruplicado de 1900 a 2000, superando en la actualidad la cifra de 6.000 millones, algo verdaderamente impensable en periodos anteriores.
Pero además el siglo XX termina como empezó: en pleno proceso de globalización. La globalización se inició a mediados del siglo XIX, y quedó bruscamente interrumpida por la Primera Guerra Mundial, en 1914. Tras la guerra hubo intentos de volver a la integración económica internacional, pero fracasaron, y lo que se produjo fue la Gran Depresión de los años treinta. Con la Depresión y la Segunda Guerra Mundial prevalecieron el nacionalismo económico y el autarquismo, que alcanzaron sus cotas máximas en la URSS, la Alemania nazi y la España franquista. Tras la guerra se volvió muy gradualmente a la cooperación mundial, pero la división del planeta en tres bloques (capitalista,  comunista y no alineados) constituía un grave obstáculo. La globalización se ha impuesto en toda regla tras el derrumbe del comunismo europeo y la aceptación por China de la economía mixta y el mercado internacional.
Ahora bien: ¿pudieron las cosas haber ocurrido de otra manera? Hoy está de moda entre los historiadores negar la regularidad histórica y reducir la evolución social al azar. Así, los contrastes y extremismos del siglo serían un conjunto de eventos inconexos, curiosidades anecdóticas. Según esto, los que vivieron este siglo tuvieron la suerte de poder viajar en avión o usar el teléfono y la penicilina, pero tuvieron la mala suerte de verse mezclados en terribles guerras y en muchos casos de sufrir dictaduras, de ser coetáneos de los monstruos antes mencionados.
En mi opinión, sin embargo, los hechos tienen una explicación, y los extremos del siglo no son producto del azar, sino que están profundamente imbricados. El XX es un siglo de revoluciones, de crisis debidas al crecimiento. El desarrollo económico del siglo XIX entrañó un profundo cambio social. Las clases desposeídas presionaban para lograr el voto y la reforma social desde finales del siglo XIX, y comenzaron a alcanzar sus objetivos en la segunda década del siglo XX, con el acelerón democrático que produjo la Primera Guerra Mundial. Se generalizó en esos años el sufragio universal, una rareza antes de la guerra. Con él llegaron al poder los partidos socialdemócratas, que iniciaron el programa que hemos dado en llamar el Estado de bienestar, y que era incompatible con el capitalismo de entonces; pero nadie lo advirtió, y el intento de poner en práctica dos sistemas contradictorios (capitalismo liberal y Estado de bienestar) produjo la Gran Depresión.
Entretanto, el susto que en las clases altas y medias europeas causaron la Revolución Rusa y el programa socialdemócrata, junto con el pánico provocado por la Gran Depresión, propiciaron el éxito de los partidos fascistas. La llegada al poder de Hitler y las vacilaciones de los gobiernos democráticos condujeron inevitablemente a una nueva guerra mundial.
Tras la Segunda Gran Guerra se impuso un nuevo capitalismo de corte keynesiano, con fuertes gastos sociales y tendencias inflacionistas. El crecimiento económico que este nuevo modelo produjo fue algo espectacular. Tras décadas de guerra fría, y pese a que el hermetismo y la militarización económica dieron al comunismo un prestigio desproporcionado con sus escasos méritos, el "socialismo real" no pudo competir y terminó por derrumbarse. La única revolución duradera había sido la socialdemócrata. Capitalismo, globalización y Estado de bienestar son los grandes logros sociales que el siglo que se va lega al que viene. Las herencias negativas son el nacionalismo, la superpoblación y la agresión a la naturaleza.





A pesar de las dos guerras mundiales y de las dictaduras nazi y fascista (1914-1945), el balance es bastante positivo para la Europa occidental, Escandinavia, los países de habla inglesa y Japón. En todas estas áreas la gente está mejor alimentada y tiene casas mejores, disfruta de mayor libertad política, mejor educación, mayor movilidad social, atención médica, seguridad en la vejez y oportunidades de ocio (incluyendo los medios de comunicación, los acontecimientos artísticos y musicales, el deporte y el turismo) mejores de las que tuvo la gente de cualquier sitio en el pasado. De forma bastante desigual, y con la importante salvedad de la libertad política estable, la mayoría de estas ventajas también se han extendido a partes de India, China, sureste de Asia, Latinoamérica, Turquía, Europa del Este y los Balcanes. Si esto fuera todo el mundo, podríamos dar un ¡aprobado! con confianza.Pero en buena parte del mundo las economías y los sistemas sociales tradicionales están siendo destruidos por un capitalismo global irresponsable. Se ha hecho un inmenso daño ecológico con la tala excesiva de los bosques; con la construcción faraónica de presas y la recanalización de los ríos; con la contaminación industrial del aire y el agua, de los que todos dependemos; con los vertidos clandestinos (y veces económicamente rentables) de residuos químicos en los océanos de todo el mundo; con las prácticas de caza y de pesca que amenazan con destruir fuentes esenciales de alimentos. Además, aunque todos los gobiernos de hoy día afirman ser "democráticos", una buena parte de África, Asia central, Oriente Próximo y Latinoamérica han estado y/o están gobernados por regímenes encabezados por jefes militares. Estos regímenes se han enzarzado en matanzas religiosas y políticas; han practicado nuevas formas de esclavitud, utilizando a niños como soldados, y violado todas las normas de la Declaración de Derechos Humanos de la ONU que han firmado todos ellos; han financiado sus guerras vendiendo sus recursos naturales a las corporaciones multinacionales, y solucionado su prosperidad individual y las de sus familias exportando el resto de la riqueza nacional a sus cuentas bancarias en Suiza y en los paraísos fiscales.
En todo el mundo, desde las áreas más prósperas hasta las más explotadas y mal gobernadas, hay problemas reconocidos de contaminación, desertización y despilfarro de los recursos naturales. También hay una demanda creciente de democracia, educación, derechos humanos, igualdad racial y sexual, y de derechos humanos y legales para los inmigrantes. La televisión lleva la imagen de la prosperidad potencial a toda la población mundial, y por tanto hace que sean literalmente inaceptables los tipos de explotación y pobreza que la mayoría de los seres humanos soportaban con paciencia, y con solidaridad local, mientras no parecía haber otra alternativa. Pero ahora hay otras alternativas disponibles. Si podemos evitar una gran guerra es perfectamente razonable predecir que las ciencias aplicadas puedan resolver, o por lo menos aminorar en gran medida, todos los problemas materiales que he mencionado antes.
Los ingredientes que faltan por el momento son políticos, culturales y psicológicos. El sistema económico dominante es absolutamente competitivo e insensible ante aquellos que carecen de la habilidad o del deseo de triunfar en la competición. La mayor parte de culturas religiosas y lingüísticas incorporan fuertes elementos de exclusividad, de rechazo del extraño, por mucho que repitan los eslóganes de tolerancia e integración. Aparte de las grandes tradiciones de la Ilustración del siglo XVIII y del movimiento por los derechos humanos del siglo XX, no hay grandes doctrinas o creencias éticas capaces de reducir los elementos exclusivistas y hostiles de las religiones y de los nacionalismos en nombre de los cuales los seres humanos se matan unos a otros. El tratamiento humano del ser humano es el gran reto del presente y del futuro próximo.